La pintura al aire libre se distingue de las demás por un requisito fundamental: la rapidez que exige terminar la obra en una sola jornada, incluso en unas pocas horas. Este afán por trabajar deprisa determina las características formales de estas obras, condicionadas por la espontaneidad e inmediatez, que piden pinceladas muy variadas, vigorosas y personales. Pintar al aire libre es la mejor escuela para aprender a observar y adquirir mayor soltura con el pincel; el límite de tiempo que impone el boceto obliga a sintetizar, a plasmar con pocas pinceladas los rasgos fundamentales del modelo omitiendo los que no son importantes.