A un solterón empedernido como Sam Weller no le vendría mal un poco de ayuda en la casa. Alguien que cocinara, limpiara y quizá, sólo para evitar que su entrometida madre siguiera intentando buscarle pareja, se hiciera pasar por su prometida.
Pero Ginger Marsh le volvía loco de deseo con sus vaqueros ajustados. Y de repente, Sam ya no estuvo tan seguro de querer que su relación fuera sólo laboral.