Florián Recio escribe sus relatos con una estilográfica Montblanc, nos habla de un diccionario de palabras que no existen, y utiliza otras poco corrientes, como tabuco, que no es la abreviatura de Tabucodonosor, sino un cuchitril. Huye de la metáfora y de la mentira, y tiene una moneda con dos caras muy distintas.
Conoce un mundo paralelo en el que los Beatles son unos ancianitos que juegan a las cartas y nunca llegaron a ser músicos profesionales, porque no veían ningún futuro en esa profesión.
Y, por último, se confiesa sin pudor y dice: Yo maté a Joaquín Sabina.