Acá había un río enfoca la vida de un hombre que se rencuentra por casualidad con un viejo amor y, a causa del impacto del encuentro, pierde de vista su vida actual. Un sonidista que regresa a su pueblo natal donde su padre agoniza, y retoma un romance de hace veinte años. Una mujer que se reencuentra con un amor del pasado, pero no se permite volver a enamorarse. Un hombre que cree ver a su hija perdida tal como se vería hoy, veinte años después, y se propone hacer contacto.
La prosa de Francisco Bitar es potente y precisa. No se pierde en el fetichismo de la descripción o el detalle gratuito. Asume con determinación el desafío concreto de captar lo ínfimo en su más pura contingencia. La trama de sus relatos se trenza siempre en los incidentes y sus personajes son reales porque no se ponen nunca por encima de sus circunstancias. Desarman, a veces de manera un poco brutal, como tirando involuntariamente de uno de sus hilos sueltos, el tejido de una historia que los excede. Y tarde o temprano descubren, en lo atroz o lo banal del incidente, la áspera textura de la vida misma.