Roberto de Sousa vivía acostumbrado a que las multitudes gritaran su nombre. Pero ahora solo oía pensamientos amargos. Cada vez que se veía en el espejo las cicatrices de la cara, recordaba el accidente de coche que destruyó su carrera como piloto de Fórmula 1.
Nadie había conseguido sacar al antiguo campeón de su mansión. Katherine Lister fue la primera persona en ser invitada allí… para valorar una obra de arte. Aunque bajo la apasionada mirada de Roberto, fue ella la que se sintió como una joya de valor incalculable.