A los cincuenta años, la persona posee un mundo interior muy diferente del que poseía a los veinte. Se relaciona de otro modo consigo misma, su sexualidad es totalmente distinta y cambia su escala de valores en cuanto a carrera, familia y sociedad. El adulto es mucho más que un niño que creció. Es sorprendente que tan pocos estudios psicológicos se hayan dedicado a la edad madura. La terapia se interesa ante todo por la infancia y la proyecta sobre la madurez. A veces parece que la actitud de la psicología en este campo se limita a enumerar las funciones que van deteriorándose en el camino hacia la vejez. La mayoría de los individuos no son conscientes de las oportunidades de desarrollo continuo que tienen lugar en todas las edades, y del nuevo florecimiento que se produce en la segunda mitad de la vida. Cuando Edipo creció procura estimular la percepción de ese crecimiento, definir la singular cultura que deriva del mismo y obtener el máximo de satisfacción.