La carretera era sumamente angosta; se atravesaba cualquier cosa: gente, perros, vacas sagradas, bicicletas, autos, buses llenos de peregrinos, y todos los transportes de locomoción tocaban bocina hasta el ensordecimiento, además del sofocante calor, que creaba una atmósfera de aturdimiento. Nadie diría que íbamos a uno de los lugares más sagrados y espirituales de la India y del mundo, donde nació y vivió un Dios Sol, el Amado Señor Krishna, representante del Cristo Interno para los hindúes.