Poner fin a la vida de Medusa era una de las proezas más grandes a que podía hacer frente un héroe. Medusa era un monstruo horrible: su pelo eran serpientes, de su boca salían unos colmillos muy afilados y bastaba con mirarla para quedar convertido en una estatua de piedra. Por suerte, hubo alguien que ideó una estratagema para vencerla sin salir malherido. Era Perseo.
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