Inquisiciones peruanas nos muestran una socieda que, detrás de su apariencia soñolienta y ceremoniosa, impregnada de olor a sacristía, de rutinas estrictas y dóciles a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia, hervía de una sensualidad y unas pasiones carnales tanto más intensas y coruscantes cuanto más aplastadas se hallaban por una suerte de prejuicios, prohibiciones y persecuciones.