La ceguera de Edipo radicaba en la ignorancia fundamental que tenía de sí mismo y sus circunstancias. Actuaba bajo unas lógicas, pero la vida lo conducía mediante otras. Sin darse cuenta, el destino lo había puesto en situaciones que ni siquiera sospechó, era arrastrado y atrapado en sus peores demonios. Por más intentos racionales que pretendiera, era sometido por sus pulsiones e instintos que hacían parte de su ser desde siempre, esos mismos que no fue capaz de reconocer.