«No», era la única palabra que Fiona Reilly parecía dispuesta a decir al atractivo desconocido que acababa de entrar en su ordenada existencia, poniéndolo todo patas arriba con sus continuas invitaciones y sus arrebatadoras sonrisas.
«Sí», era la única palabra que Hank Cutler esperaba oír de los labios de Fiona. Porque el vaquero convertido en publicista no renunciaba nunca a un buen reto, ni a una atractiva mujer. Y en su opinión, Fiona Reilly reunía ambos requisitos.