En la historia cultural latinoamericana, el espectador siempre ha sido un extranjero, cuya autoridad deriva de su condición ajena. Por ello, se convierte en modelo a ser imitado y nunca cuestionado –e incluso es emulado. Este mecanismo tautológico continúa vigente. ¿Es posible bosquejar una contribución propiamente latinoamericana a la teoría mimética? Esta pregunta es el eje principal de esta obra.