La filosofía, especialmente la fenomenología, está en una situación un tanto paradójica en su vis-a-vis con la teología. Mientras que algunos acusan a los fenomenólogos de un supuesto giro teológico y los otros niegan que la teología menoscabe su integridad, no hay ningún intento deliberado de encargase de ambas disciplinas como tales.
Atreverse a "cruzar el Rubicón", con la convicción de que un filósofo hace mejor filosofía cuanta más teología sabe y practica, es la propuesta de este libro, que intenta poner fin a la posición demasiado frecuente de los "perros de porcelana" y ofrece un "contragolpe" de la teología en la fenomenología. Lejos de las filosofías "umbral" o "salto", aquí se reivindica un verdadero encuentro de las disciplinas, en la seguridad de que estarán mejor distinguidas si están de acuerdo en asumirse.