Con Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea (Suiza, 1796- Sevilla, 1877) comienza, en toda su plenitud, el realismo en la narrativa española. El breve ensayo sobre el Alcázar sevillano (La Andalucía, 1862), descriptivo, anecdótico y de algún modo historicista (por más que la autora reniegue de esa actitud en beneficio del impresionismo gráfico), salió a la luz en 1863, un lustro antes de la Septembrina o Gloriosa, revolución que destronó a Isabel II. Fue un año luctuoso para la novelista, al fallecer por suicidio su marido, lo que la dejó sumida en graves problemas económicos. La reina Isabel y los duques de Montpensier le ofrecieron una vivienda, precisamente en el Patio de las Banderas del Alcázar. La bonanza fue circunstancial pues a poco hubo de mudarse a causa de que la casa fue puesta en venta. El estilo narrativo, sencillo y a veces -en un acto consciente- ingenuo de la novelista se alía al imán de la amenidad y al costumbrismo decimonónico.