Estas dos cartas fueron escritas por Pablo en la cárcel. En la primera, habla de alegría, de tristeza, de la amistad que lo une a sus destinatarios y que marca su responsabilidad como formador. Recuerda: la vana gloria se desmorona ante la gloria de Cristo. En la segunda, muy breve, pide un servicio a Filemón, cristiano propietario de esclavos: replantearse la relación con un esclavo que se ha convertido en cristiano. En las dos cartas, la comunidad perfecta se construye -o se reconstruye- mediante las pruebas y en el amor. Su actualidad es evidente.