Ninguna obra como la de Miguel de Cervantes genera aún tantas disolvencias y divergencias. Leerle hoy es sólo una de las muchas maneras de reconocerlo y de reconocerse en su obra. De unos años acá, Ignacio Padilla se ha dado obsesivamente a dicha tarea. Irreverente, convencido de que siempre es necesario volver a los clásicos y reinventarse con ellos, el autor ha cabalgado en su propia quijotada de lector que a veces escribe. En esta aventura ha ido proponiendo, entre otras cosas, la aceptación de la ambigüedad y la falibilidad cervantinas, ha alanceado al monstruo del cervantismo romántico y ha subvertido a su manera el instructivo de la dictadura de un Cervantes santo y de un Quijote infaliblemente bueno. Se trata de una aventura destinada al fracaso, pero necesaria, como cualquier acto literario. Este volumen reúne algunos de los textos sueltos que Padilla ha ido disparando, a modo de aperitivos, digestivos y entremeses, mientras continúa la gesta de concluir su trilogía El diablo y Cervantes.