Cuando nacimos, con nuestra primera respiración, se impregnó en nuestros cuerpos inferiores –físico, etérico, astral y mental–, como regalo de las hadas, una ofrenda en forma de radiación de los Señores de Luz, Logos Planetarios, Signos Zodiacales y Soles que se encontraban en el espacio a nuestro alrededor, al igual que todos los pensamientos y sentimientos que estaban en el ambiente. Por eso, cuando nace un niño, hay que cuidar que estas energías sean completamente puras, armónicas, bellas, saludables, opulentas, entusiastas y de buena voluntad.