Crónica del ejercicio de los recursos para infraestructura pública
Crédito para la reactivación económica 2020-2022. Jalisco, México
Tietoa kirjasta
La historia hay que vivirla, es decir: edificarla, día a día; con actos e inacciones, con palabras y silencios. Pero la historia, la que con el correr del tiempo gana ese carácter, y hasta con h mayúscula, no es un negocio individual, por más que en el presente algunas y algunos se empeñen, mera inercia que perdura del siglo XIX, en retratarse en los libros de manera personal, en calidad de históricos. ¿Qué historia hicimos en 2020, el año de la pandemia? ¿Cuál fue el papel que en su construcción jugamos? Porque, al finalizar 2021 hay consenso en que el año anterior tiene el carácter de histórico; no parece haber duda en que fue el inicio de un proceso que marcará a las sucesivas generaciones, no necesariamente para bien, o para mal, simplemente, como individuos y como sociedades, covid-19 nos impuso una muda de amplio espectro cuyos efectos aún no podemos medir completamente.
El devenir de los seres humanos, al menos a partir de que nos consideramos civilizados, está formado por crisis, progresos, retrocesos, estancamientos, crisis, etc. Y una consecuencia de las crisis, pero también de los progresos y los retrocesos, ha sido acentuar las diferencias: si en un momento dado una crisis emerge, las personas o grupos dominantes amplían su influencia, o los que los suplan obtienen más que la que detentaban sus antecesores, y la reacción consecuente es que las personas y los grupos marginados se corren un poco más al margen. Cuando "los derechos del hombre" colonizaron el imaginario de la gente, hace poco más de 200 años, trajeron aparejada la democracia, en sus distintas versiones e intensidades, y con ella la "necesidad" de abarcar a los excluidos o de al menos intentar paliar las carencias, las injusticias, las exacciones que por siglos padecieron, para llegar a acotar lo que hoy llamamos desigualdad. Si bien ha habido avances, en términos generales las intenciones se han quedado, sobre todo, como meros conceptos en discursos. La desigualdad y el que casi todo lo imprevisto tiene a desigualarnos, permanecen constantes.
Pero torcer el modo habitual en el que las sociedades se relacionan, con sus gobiernos y los poderes económicos y políticos, y las secuelas de esa interacción, no es sencillo; se necesita una motivación para hacerlo y que cada uno de los actores se consigne a sí mismo en un rol otro, diverso al del guion prescrito. En 2020 la motivación fue la pandemia y esta fue el punto de inflexión para que quienes inciden en el rumbo de lo público se sumaran a lo que era necesario emprender, en términos sanitarios y económicos, y que la devastación no fuera lo grave que se preveía. Una de las primeras reacciones del gobierno de Jalisco fue rodearse de personas de distintos sectores para exponer los indicadores relevantes de la situación, así como algún grado de prospectiva para el corto plazo, y perfilar en común un rumbo; esto lo hizo en dos vías, "mesas" fue su nombre de batalla: una para la reactivación económica, otra para atender la emergencia médica.
El esquema fue inusitado, para México. El gobernador del estado tomó decisiones que previamente puso a consideración de ambas mesas, sólo que esas decisiones y las disyuntivas a las que respondían, estaban asediadas por varias fatalidades: la del espacio jurídico como representante de una entidad que es parte de una federación; la presupuestal: atender la pandemia reclamaba dinero y proveer para la reactivación económica y para apuntalar estratos de la población que resentirían con hambre y desamparo la crisis, también demandaba dinero; y la fatalidad de la política, según la experimentamos acá: los estilos de contacto entre empresas, universidades, sociedad civil, la gente del común y los medios de comunicación, con el gobierno, y los de éste con el orden federal, siguen siendo veleidosos y están atravesados por la desconfianza.