El mundo lo quiere, sabiendo bien que está obligado a seguir adelante y lograr lo que obliga a la admiración legítima.
Respetamos al hombre porque ha tomado lo que teníamos, o ha adquirido lo que no tenemos. Respetamos al hombre que actúa porque muestra control sobre las crisis. Esto deletrea la oportunidad, esto hace la historia, esto crea el destino. Porque ver lo que hay que hacer y hacerlo al instante, sin preocuparse por las apariencias, los precedentes o los preámbulos, es la marca común de los grandes de todos los tiempos.
El hombre que actúa posee valor, prontitud, fe, agudeza, visión de futuro, una enorme voluntad, un celo sagrado y el poder de concentrar sus fuerzas en un punto determinado en un momento determinado para un propósito determinado. Tales rasgos son raros, valen dinero y son motivo de alabanza. Ordenan las recompensas del mundo, convocan los dones de los dioses. Si te falta alguna bendición, mira por qué va al hombre que actúa.
La salud acompaña al hombre que actúa, la sabiduría lo guía, la esperanza lo libera, la alegría lo ayuda, el poder lo mueve, el progreso lo marca, la fama lo sigue, la riqueza lo recompensa, el amor lo elige, el destino lo obedece, Dios lo bendice, la inmortalidad lo corona.