Se hace extraño regresar a donde una vez fuiste feliz. Volver a pisar las calles que solían oírte reír antes de que todo se nublara. Yo he decidido volver a Playa Blanca, una ver todo ha terminado, pero me cuesta sentirme en casa en lugar de como un extraño.
Cuesta tanto como intentar escribir sin errar una y otra vez las teclas, ahora que no escucho su respiración dormida a mi lado. Dudo que nada decente pueda salir de estos dedos anquilosados, porque por más que intento pasar página lo único que se me ocurre escribir es su nombre.
Sergio es uno de mis mejores alumnos –doy clase de literatura en el Instituto de Yaiza– y me está animando a empezar un blog, un diario virtual en el que volcar mis sentimientos y quizá retomar la escritura.
Quizá tenga razón, volver a teclear parece sentarme bien, aunque no tenga mucho aún que contar.