Después de que el último político que se había interesado por ella la dejase con el corazón roto y embarazada, Rowena se había apartado por completo de la vida pública, pero ni siquiera ella era inmune a los encantos de Colin Middlebury.
Como diplomático, Colin estaba acostumbrado a responder a muchas exigencias, pero ninguna como la del senador Tate, que le había advertido que no se acercase a su bella hija. Colin necesitaba el apoyo del senador, pero no era capaz de resistirse a Rowena. Las relaciones internacionales iban a ser bastante… íntimas.