Encontraría el verdadero amor para sus hijas... aunque para ello tuviera que hacer de casamentero.
Rand Peabody irradiaba fuerza y poseía una habilidad especial para controlar situaciones en las que otros se habrían acobardado, aptitudes que lo hacían perfecto para Chelsea King. O eso era lo que pensaba su padre, que había contratado al soldado convertido en guardaespaldas con el convencimiento de que podría cuidar de su hija y ver más allá de su belleza.
Y así fue, porque Rand no tardó en darse cuenta de que, tras esa impresionante fachada, se ocultaba una mujer a la que necesitaba tanto como ella a él. Sin embargo, el amor estaba completamente fuera de sus planes, pues sabía que eso podría hacerle olvidar la regla principal: debía proteger el regalo de valor incalculable que le habían encomendado, pero sin perder su corazón.