La artista Avery Cullen se negaba a vender la colección de arte de su difunto padre, pero Marcus Price, un hombre atrevido y audaz, hizo todo lo que estaba en su mano para hacerla cambiar de opinión. Incluso asediar sexualmente a la solitaria heredera.
Conseguir la colección era todo un logro para la casa de subastas en la que Marcus trabajaba, pero él tenía además una motivación personal. Había conseguido mantener su verdadero objetivo oculto y en esos momentos estaba tan cerca de conseguirlo, que podía saborear el éxito en los besos de Avery.