Escritas en diversos momentos de su vida, Miguel de Cervantes recopiló una docena de sus novelas cortas e hizo que se imprimieran en 1613, tres años antes de su muerte, titulándolas
Novelas ejemplares. Ya había alcanzado la fama y podía sentirse a salvo de las envidias literarias y censuras de la época. En ese sentido, el calificativo
ejemplares señala la propuesta de una literatura entendida como arte de narrar, y también una opción por la ejemplaridad de lo humano, precisamente por serlo. Hoy valoramos el alcance de aquel gesto, punto de partida de cuatro siglos de narrativa. Las doce novelas cervantinas aquí incluidas son mucho más que algo histórico para los eruditos. Siguen siendo ejemplares en lo que fue también su propósito: entretener y divertir al lector.