En el Antiguo Testamento, el texto hebreo presenta 45 bienaventuranzas a las que se añaden otras 17 contenidas en la versión griega; en el Nuevo Testamento encontramos 44. Siete de ellas son las que tenemos en el libro del Apocalipsis. En el Apocalipsis las bienaventuranzas desarrollan una función muy específica: en realidad, con su lenguaje simbólico, el texto ilustra la peregrinación de los creyentes hacia el reino que Cristo inauguró con su triunfo pascual y ofrece a los creyentes una clave de comprensión de los eventos para que su fe se sostenga por la palabra de la revelación. Este mensaje está condensado en las siete bienaventuranzas, a través de las cuales Juan, el autor, exhorta y promete, manda y conforta, edifica y celebra.