Podría parecer una exageración afirmar que la religión ha secuestrado el Nuevo Testamento. Pero la realidad es que el texto bíblico ha quedado confinado al ámbito de lo sagrado. ¿Habría que sacarlo de ahí y situarlo en su lugar primigenio que no es otro que la simple vida del ciudadano? Hacer una lectura social del Nuevo Testamento no es sino aquel intento de sembrar la palabra en el campo de vida (Mc 4,1-9). Si la buena semilla del Mensaje no alcanza el terreno de lo cotidiano, de lo social, queda casi infecunda. Este es el anhelo del presente volumen: mostrar la posibilidad de mezclar de una manera reflexiva y sistemática la realidad de la vida social con el dinamismo de la Palabra. Estas páginas creen a pie juntillas lo que dice el citado texto de Heb 4,12 cuando califica a la Palabra de viva y eficaz. La vitalidad del Mensaje queda comprobada a través de estas páginas. Y con ella, su actualidad.