Saber y saber enseñar no siempre son cualidades concomitantes. Por eso los atributos para ser profesor se perfeccionan en la relación con el saber, la experiencia de enseñar y la reflexión sobre su propia práctica. No obstante, muchas veces los eslóganes y consignas de las pedagogías de moda pasan por alto los elementos constitutivos de la enseñanza, puesto que se centran en aprendizajes que deben estar al gusto y acomodo del estudiante. Es decir, invisibilizan el hecho de que la formación del sujeto implica a menudo incomodidad y esfuerzo: alcanzar el conocimiento es trastocar esquemas que hacen ver la realidad como consabida.
Ser profesor es mucho más que ser un facilitador o un acompañante. Más allá del uso de una tecnología o de una actividad lúdica, las condiciones para que el otro se forme deben pasar por una interpelación que lo disponga a convertirse en estudiante: saber que no sabe y querer saber. Justamente, enseñanza universitaria. Formación, evaluación y reflexión didáctica brinda claves para entender que la enseñanza universitaria no es una práctica centrada en el aprendizaje, sino que es una práctica de formación.