Desde que Fei puede recordar, en su pueblo nadie puede oír. El terreno rocoso y los aludes frecuentes hacen que sea imposible abandonar el pueblo, por lo que Fei y su gente están a merced de una cuerda con la que se izan los alimentos por los traicioneros acantilados desde Beiguo, un reino lejano y misterioso. Cuando los habitantes del pueblo empiezan a perder la vista, disminuye la cantidad de comida que llega por la línea. Muchos pasan hambre. Fei y todos sus seres queridos caen en una crisis, sin nada que esperar más que oscuridad e inanición. Hasta que una noche, un sonido desgarrador despierta a Fei. El oído se convierte en su arma.