Cada vez que pienso en mi niñez, recuerdo el tono de voz de mi madre, el sonido que hacía al pasar las hojas de un libro de cuentos infantiles al leer para mí antes de dormir. Los colores de las letras y de las páginas siguen siendo mis preferidos, aquellos con letras azules o amarillas en papeles oscuros. La vida me dio dos nietas a kilómetros de distancia, así que usando las nuevas tecnologías, se me ocurrió leerles los mismos cuentos que se repiten de generación en generación y así contribuir en algo a su formación.