Los cristianos creemos que la práctica histórica de Jesús es el criterio de discernimiento para comprender nuestra relación con la política, la economía y la religión, así como las relaciones cotidianas familiares y laborales en las que nos desenvolvemos. De ese modo aprendemos que la vida de cada persona es sagrada y que todo vínculo debe buscar la humanización en el marco de una libertad corresponsable que nos haga sujetos y no objetos o súbditos de alguien. Debemos regresar a Jesús de Nazaret, leer los evangelios, preguntarnos si nos relacionamos personalmente con él o, por el contrario, si apenas nos limitamos a practicar la formalidad del culto. Al meditarlo, recordaremos que Jesús se dio a todos por igual, que nunca antepuso la condición social, política o moral de alguien para acogerle y amarle.