Bill Bryson tiene la rara habilidad de sentirse descolocado donde quiera que vaya, incluso (quizá especialmente) en su tierra natal. Este rasgo de su carácter se hizo muy evidente cuando, después de casi dos décadas en Inglaterra, el escritor de viajes más querido del mundo se enfrentó a la Sra. Bryson, al pequeño Jimmy
et al. y todos juntos se trasladaron a vivir al país del que él se había marchado en su juventud.
Por supuesto, había cosas que Bryson extrañaba de Gran Bretaña, pero cualquier sensación de pérdida se contrarrestaba con la alegría de redescubrir algunos de los tesoros olvidados de su infancia, como las glorias de un otoño de Nueva Inglaterra o la vista agradablemente cómica de uno mismo en pantalones cortos. Ya sea encarando el extraño atractivo de la pizza para desayunar o la terrorífica televisión estadounidense, que siempre te deja boquiabierto, Bill Bryson desarrolla su inimitable estilo de ingenio perplejo para soportar el más extraño de los fenómenos: el estilo de vida estadounidense.