El autor, obispo emérito de Abancay (Perú), cuenta su infatigable labor pastoral, respondiendo a su vocación como sacerdote diocesano de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz: los viajes apostólicos, su tenaz labor social en beneficio de los pobres y desplazados, y su trabajo en favor de las vocaciones, con la creación de dos seminarios.
"Al recordar tantas iniciativas de toda clase, salta al cielo mi agradecimiento sincero a instituciones internacionales y a personas particulares que han hecho posible tanta maravilla.(...) Me siento también cordialmente agradecido a san Josemaría Escrivá por haberme hecho posible tanta aventura divino-humana, y por haber sido sostenido y alentado por el espíritu que de él heredé."