Basta una sombra para orientar un plano. El sentido se proyecta sobre la faz de la tierra. Efímero, puntual, fugaz y minúsculo. Erguido, como un menhir, camina el ser humano para no quedarse ciego. Por eso deambula y escribe el poeta. Breve e inútilmente cuando quiere no estar o desaparecer él. Grado cero de la poesía. Uno siempre fracasa en tal empeño. Y no es bueno que así sea. Pues, fallado el suicidio del autor, no todo se revela. Ausencia de un tú, presencia constante del deseo, lecturas del viejo taoísmo y del aún más viejo Bereshit... esta segunda enéada.