Desde 1976, cuando visité Europa por primera vez, estoy viniendo a contemplar, aprender, deleitarme y llorar ante la presencia viva de Francisco, en el pueblo de Assisi, y he continuado visitándolo a lo largo de toda mi vida; en algunas oportunidades a solas, y en otras, acompañado por estudiantes que traigo cuando puedo; algunas veces bajo el inclemente sol de los hirvientes veranos, y otras, sorteándome el paso en medio de la nieve en los helantes inviernos. Siempre que visito a Francisco, anoto algunas impresiones. En este pequeño ensayo he compilado todas esas notas, y le ofrezco a quien las quiera leer, algo de lo que Francisco ha permitido que incorpore en mi vida, de lo que fue la suya.