Nadie sabe con certeza qué es la posmodernidad. ¿Una reescritura crítica y vitalista de la modernidad? ¿Una pérfida enmienda a la totalidad moderna o tan sólo un conflicto epistemológico? ¿Acaso el matrimonio definitivo entre estética y economía, entre producción, diseño y cultura? La posmodernidad significa la disolución del sueño moderno. La narrativa emancipatoria de las utopías del progreso y el saber universal se han descompuesto en innúmeras y flexibles invenciones imaginativas. La posmodernidad sabe asimismo que los contenidos son meras imágenes. Y que, consecuentemente, se ha producido un debilitamiento del principio de realidad. La posmodernidad se correspondería, pues, con la glorificación de los simulacros, las apariencias y los reflejos, con el reconocimiento de que el sentido del ser es, justamente, la disolución del principio de realidad en la multiplicidad de interpretaciones.