Robert Louis Stevenson reconstruyó en el relato El ladrón de cadáverescon su elegante pluma una de las realidades más sórdidas del siglo XIX: la práctica del resurreccionismo, de los salteadores de tumbas que aprovisionaban a doctores para sus experimentos anatómicos. Basado en siniestros hechos reales, Stevenson imprime a su cuento un viraje terrorífico.