Hacia una filosofía de la ciencia centrada en prácticas
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La filosofía de la ciencia se desarrolló durante la primera mitad del siglo XX bajo el supuesto de que la ciencia podía caracterizarse por la estructura lógica tanto del conocimiento articulado en las teorías más exitosas como de sus explicaciones. En la segunda mitad del siglo XX se cuestiona fuertemente esa idea, pero se sigue asumiendo que la filosofía de la ciencia debe hacerse siguiendo los cánones de una epistemología fundamentalista que considera que el avance de la ciencia pasa por una ontología cada vez mas austera guiada por la idea de "mientras menos mejor". Desde esta perspectiva fundamentalista, el que las diferentes ciencias hablen de diferentes tipos de cosas es un obstáculo al entendimiento, producto de la imperfección del conocimiento actual. Este ideal nos invita a pensar que la epistemología debe hacerse reflexionando sobre el conocimiento articulado en nuestras teorías más austeras y nos compromete con propuestas reduccionistas problemáticas que no permiten explicar la diversidad de recursos epistémicos que de hecho utilizan los científicos.
En este libro promovemos una epistemología que no sigue el lema de "mientras menos mejor", sino el de "organizar nuestros recursos epistémicos de manera que se genere entendimiento". Así, la misma estructura de las explicaciones y las prácticas (que incluye métodos y normas respecto de lo que se considera plausible y valioso) es lo que nos da la pauta para responder a la pregunta de qué es lo que hay. Esta estrategia epistémica nos obliga a hacer una filosofía de la ciencia muy cercana a la ciencia, reconociendo la pluralidad de sus métodos, objetivos y prácticas, sin reducir la filosofía de la ciencia a la sociología o a cualquier otra ciencia en particular.