Riley McKenna llevaba una vida de lujos. Hasta que se quedó sin el dinero de su familia y tuvo que trabajar. Cuando pidió empleo en el restaurante de Stace Kettering, ella no se quedó particularmente impresionada con sus ojos azules y su sonrisa encantadora. Tenía una política de tolerancia cero hacia los ligones. Había tenido una mala experiencia y no estaba dispuesta a repetir el mismo error.
En cuanto a Riley, pensaba que Stace se enamoraría de él como todas las demás. Pero estaba a punto de descubrir que sus tretas de mujeriego no le iban a servir de nada en el mundo real.