Una adicta al trabajo como Susan Collins no era la típica visitante del rancho Gold Buckle. Para Susan todo eran negocios, por eso jamás habría imaginado que estaba a punto de volverse completamente loca por un jinete de rodeos.
Clint Scully estaba mucho más cómodo rodeado de toros que de elegantes ejecutivos neoyorquinos. Pero por algo decían que los polos opuestos se atraían… y quizá fuera por culpa del amor.