Este artículo afronta brevemente dos niveles en el discurso de la corrupción: se pregunta, por una parte, si este discurso cambia cuando se introduce la perspectiva de las víctimas, y, por otra, se quiere estudiar la relación entre corrupción y vida eclesial. Ciertamente, cuando es víctima de un sistema corrupto, la Iglesia tiene los recursos para ser testigo de la verdad y de la justicia. Pero cuando ella misma se comporta según una lógica corruptiva, las víctimas actúan como presencia crítica y memoria profética de la vocación ética de su existencia. En el texto se leen en este sentido el discurso sobre la corrupción en el caso de los abusos sexuales y en el caso de algunos comportamientos eclesiásticos. Finalmente, siguiendo a G. Agamben, se sugiere que también esto puede decir algo a propósito de la crisis de legalidad y de legitimidad denunciada por él.