En 1903, un año de extraordinaria cosecha en la literatura española del siglo XX, Vicente Blasco Ibáñez publica "La catedral", segunda de sus novelas sociales o de rebeldía, como él dio en denominarlas.
En plena crisis, cuya espoleta había quedado identificada en el Desastre cubano, el autor levantino echa el resto y destila con verdadero furor todas las ideas y peripecias que su largo compromiso político había acumulado hasta forjar una actitud personal que, si no demasiado clara en cuanto a qué sería lo mejor para sacar a España de su marasmo, sí se revestía de una ideología sustentada sobre dos pilares básicos: republicanismo y anticlericalismo.
"La catedral" narra las desventuras de un seminarista llamado Gabriel Luna que, tras el fin de la tercera guerra carlista se instala en Francia, donde se inocula de pensamiento revolucionario. Retorna a su ciudad natal, Toledo, cuya catedral da nombre a la novela, y allí comienza a difundir sus ideas de igualdad entre la población local, que sin embargo lo acaba malinterpretando.