Los escritos de los tres autores coinciden en el modo de tratar la virtud de la paciencia, y señalan su estrecha relación con virtudes como la humildad, la fortaleza o la caridad.
Es Dios quien primero vive esta virtud, tolerando los pecados e injurias de los hombres.
La paciencia reside en Él, y de Él proviene.
Jesús, como Hombre y como Dios, enseña a los hombres a ser pacientes con su ejemplo, su Pasión y su muerte en la Cruz.