Manuel estaba enfermo, tenía fiebre y su padre llamó al veterinario, porque en la isla donde viven no hay médico. Le recetó un jarabe para perros que también le iba muy bien a los niños y será por el jarabe o será por la fiebre, el caso es que Manuel ahora no para de soñar y soñar. Incluso tiene sueños dentro de los sueños. Así conoce a un vendedor de olores de recuerdos, un bar lleno de mentirosos, un dinorrinco y un hipodrilo, un extraterrestre muy preguntón en misión secreta que se mueve por las alcantarillas, y a Alicia, una niña que dice que viene del País de las Maravillas...