El diplomático Max Ransleigh, al que conocían como Max el Magnífico, era famoso por su encanto, pero una traición política le hizo perder su cargo y reputación. No parecía el salvador más adecuado para una joven de buena familia.
Pero la señorita Caroline Denby no necesitaba que la salvaran; bien al contrario, quería que arruinaran su reputación. Para Caroline, el matrimonio equivalía a una sentencia de muerte, así que cuando conoció a Max, pensó que era la solución a sus problemas. Ahora, solo tenía que convencer a aquel libertino para que hiciera algo útil con su fama.