La Modernidad ideológica ("más hombre y menos Dios") ha fracasado. Se abre paso una soñadora posmodernidad ("yo decido qué soy, y decido si hay Dios").
¿Es posible despertar a la cultura del "cuanto más humano, más divino"? El sopor desaparece si se reconstruye la creencia desde sus cimientos indispensables: la conciencia, el sentido de la amistad y del sufrimiento y el fulgor del bien.