Ningún estudioso de la literatura puede igualar la versatilidad, la erudición enciclopédica, el brío imaginativo o la prodigiosa energía intelectual de Fredric Jameson. En una época en la que la crítica literaria, como tantas otras cosas, ha sufrido cierto declive, y en la que tristemente son poquísimas las figuras destacables en esta disciplina, Jameson se alza como alguien venido de un pasado cultural de mayor grandeza, un refugiado de la era de Shklovsky y Auerbach, Jakobson y Barthes, que sin embargo sigue siendo absolutamente contemporáneo.