John Henry Newman es uno de los ingleses más célebres del siglo XIX. Su rica personalidad se hace presente en la Iglesia del siglo XXI, y ha sido un factor de influencia en el espíritu de apertura y comunicación que el Concilio Vaticano II (1962-1965) ha tratado de instaurar en la Iglesia.
Comprendió muy bien la importancia de difundir una cultura cristiana, y trató de contribuir a ese objetivo mejorando la formación de los sacerdotes y promoviendo los estudios profanos del laicado católico.
Como pocos de sus contemporáneos, pudo tomar el pulso a la cultura moderna y acertó a descubrir las falacias del liberalismo desde una honda comprensión de lo profano. La percepción de Newman como hombre santo -actualmente camino de los altares- ha seguido de modo natural a la idea que se tenía de él como gran intelectual.