Conservar vivo el niño que uno fue no es fácil. Todo parece estar confabulado para que acabemos enterrando los sueños, las ilusiones, el corazón, en nombre de la madurez, la profesionalidad y la eficacia. Y ser un niño es más bien todo lo contrario. Es ser capaz de imaginar un futuro distinto al pasado que se fue y al presente que nos apremia.