Narrativas en vilo: entre la estética y la política
Om bogen
Habitamos en una paradoja fundamental: solo tenemos lenguaje (oral, visual, escrito) para dar cuenta de la historia acontecida y, sin embargo, con el lenguaje no nos alcanza. No todo es narrable al mismo tiempo, no todo es traducible a una forma de la lengua que reorganice categorialmente la experiencia. Muchas veces el horror de lo acontecido disloca en lo más profundo el lenguaje, destruye el orden nominal y nos deja subsumidos en una suerte de melancolía muda. ¿Cómo habitar ahí? Precisamente allí donde no podemos seguir narrando pero, al mismo tiempo, donde no podemos dejar de intentar restituirle al mudo secreto de la historia una lengua pública y una forma de la existencia social. Porque en el acto de narrar no solo hay empatía, voluntad de comprensión, rigor o destreza analítica, sino también una soterrada operación de traducción, una forma del registro y de la política. Narrar es verter en la lengua la sinuosa materialidad de la experiencia acontecida, advertidos de que en esto no hay justicia, que la justicia permanece como una promesa que nos obliga a no dejar de pensar, interrogar, abrir el archivo y la historia cuya temporalidad está domiciliada en nuestro presente.