Cuando a principios de junio de 1962, Dionisio Ridruejo cruzó la frontera clandestinamente, ya era un referente de la oposición al franquismo. Su asistencia al IV Congreso del Movimiento Europeo para reunirse con demócratas españoles del interior y del exilio le condenó a vivir dos años en el destierro. Se instaló en París desde donde desarrolló una campaña política contra la dictadura que le llevó a viajar por media Europa y los Estados Unidos.
Mantuvo entonces esta intensa correspondencia con su esposa, Gloria de Ros. Las cartas, inéditas hasta ahora, se leen como la crónica privada de la vida de un conspirador.